jueves, 11 de noviembre de 2010

Samarcanda (día 1)

Hoy partimos de Tashkent camino a Samarcanda, también cambiamos de conductor, desde hoy y hasta el final del viaje nos llevará Sharbek, que significa 'Rey Tigre', aunque nadie lo diría por lo tranquilo que es.

La carretera no está mal, muy amplia aunque los carriles no siempre están señalizados. Casi todo el camino está en bastante buen estado. Lo que llama la atención es que casi no hay señales de ningún tipo, ni de límite de velocidad, que está establecido en 100 km/h, salvo al acercarnos a algún control policial en un cambio de provincia. Tampoco están muy indicados algunos cambios de dirección, no parece complicado pero hay que conocer el camino. La carretera nunca está solitaria, cada poco hay gente haciendo autostop o esperando algún tipo de transporte, siempre hay gente junto a la carretera o cruzándola.

Lo que tampoco faltan son los indispensables puestos de venta de melones, ¿quién no quiere comprar un melón gigantesco para el camino? o ¿quién no necesita comprar calabazas?. Tampoco faltan los puestos de refrescos y tabaco que además venden manzanas rojas y amarillas perfectamente clasificadas.


Durante todo el camino vemos campos infinitos donde puede verse aún a algunas personas trabajando en lo que es practicamente el único cultivo del país, el algodón. Para regar está tierra tan seca han construído enormes canales que traen agua desde los ríos interiores, por ese motivo el Mar de Aral está practicamente seco.

Nos acercamos a Samarcanda, el paisaje ha cambido mucho, dejamos atrás las llanuras plantadas de algodón, casi sin árboles, y entramos en una zona desértica, nos recuerda el paisaje volcánico de Lanzarote. También cambia la oferta alimenticia, ahora hay miel y aceite de algodón en los más diversos frascos de cristal y en gran variedad de tonos.

Después de tres horas y media de camino y unos cuantos fallidos intentos del conductor por llenar el depósito en una gasolinera llegamos a Samarcanda.

Lo primero es lo primero, así que vamos al hotel a dejar las maletas y a continuación vamos al Mausoleo de Gur Emir, que tiene una historia muy larga e interesante, pero que no voy a contar porque no puedo memorizar todo lo que nos cuenta nuestra guía Elena y porque ya está en la wikipedia y si no en alguna enciclopedia de verdad.

Cuando ya nos marchábamos unos chicos se nos acercaron, Elena no los entendía bien porque ellos sólo hablan uzbeko y ella sólo habla un poco pero por lo que entendió los chicos eran de un pueblo del sur y estaban estudiando en Samarcanda, nos pidieron que les hiciéramos una foto y se la mandásemos firmadas, así se lo prometimos. Nos dieron su dirección y esperamos que les lleguen las fotos.



Y por fin vamos al lugar más famoso y conocido de Samarcanda, Uzbekistán y tal vez todo Asia central, la plaza de Registan


donde se encuentran las tres madrasas o escuelas coránicas. No sólo son bellas, además son impresionantes. Dentro de la primera madrasa, la de Ulugbek,


se pueden ver las habitaciones donde los estudiantes vivían y estudiaban no sólo teología sino también matemáticas, astronomía y filosofía que impartía el propio Ulugbek, un gran científico, nieto de Emir Timur (Tamerlán) y gobernador hasta su muerte de Samarcanda. Actualmente la parte de abajo, en el patio interior las antiguas habitaciones están ocupadas por artesanos que venden recuerdos para turistas.

Antes de salir tenemos la oportunidad de subir a unos de los minaretes que aún están en reconstrucción y que está vigilado por un amable policía el cual por una módica propina nos deja subir para ver las habitaciones de los estudiantes y disfrutar de una magnífica vista desde la cumbre del minatere de casi toda Samarcanda, lógicamente accedemos a pagar 10.000 sum cada uno para subir por un edificio en reconstrucción y llegar a unas escaleras con peldaños de casi medio metro alto por sesenta de ancho que nos dejarán agujetas por varios días. Merece la pena aunque durante dos días andamos como los del IMSERSO a causa de las agujetas. Este minarete con el tiempo se fue inclinando como la torre de Pisa y en tiempos del Zar, un ingeniero ruso la enderezó mediante un sistema de cables de acero que lo sujetaban mientras rellenaban la cimentación hasta quedar recto. Al soplar el viento estos cables producían un extraño sonido por lo que los habitantes de Samarcanda llamaron a este montaje 'la guitarra del diablo'.


Enfrente de esta madrasa se encuentra la madrasa de Sherdor que está decorada con dos tigres, uno a cada lado, tras los que aparece un sol. El Corán no prohíbe pero tampoco permite la representación de seres vivos, así que para curarse en salud no los representan.



En Uzbekistan ni antes ni ahora se siguen estrictamente las reglas del Corán. Esta madrasa está aún en reconstrucción en su interior. Finalmente vemos la madrasa Tilla-Kari que está en el centro y es la más pequeña, no tiene minaretes y tiene una preciosa mezquita en su interior.




A la salida de la plaza hablabamos de música con Elena y nos contó que durante la era soviética no se podían encontrar discos de los Beatles ni de rock en general, entonces alguien en un hospital inventó una forma de copiar los vinilos en radiografías y de esa forma se los pasaban los aficionados, esos discos eran conocidos como discos de costillas.

Y para terminar el día vamos a cenar a uno de esos enormes restaurantes donde nos lleva Elena. Al terminar de cenar una de las mujeres de la simpática familia que cenaba en la mesa de al lado me dice: ¿Mister, do you want to drink with us? (pronunciese con acento ruso de película). No eran cosacos pero bebían vodka como tales (otra de las prohibiciones del Islam que los uzbecos ignoran por completo), de hecho es costumbre tomar chupitos de vodka mientras se come. Así que no pudimos hacer un desprecio a gente tan amigable, aceptamos y uno de ellos se sentó con nosotros, botella de vodka en ristre, y nos sirve en los vasos de agua como si el vodka fuera tal y en tal cantidad, sus compañeros de mesa reian y por los gestos debían decir algo así como ¡dónde vas, para ya!. Esto fue por tres veces, que por lo visto es la costumbre, nosotros seguimos el sabio refrán castellano que dice: donde fueres haz lo que vieres. Así que nos metimos para el cuerpo casi tres medios vasos de vodka porque con el tercero se apiadó de nosotros y sólo nos puso un poquito. La verdad es que resultó muy digestivo y vigorizante.

Hay que señalar que entre brindis y brindis nuestro nuevo amigo, nos hablaba como si supiéramos ruso, de vez en cuando nuestra guía se ponía roja y se negaba a traducir lo que aquel buen uzbeko nos contaba. Lo pasamos muy bien. ¡¡Y que ambientazo en un restaurante un lunes que no era fiesta!!.

Como curiosidad nos contó que el vivía en una población de Samarcanda llamada Motrid, esta población fue fundada por Tamerlán y originalmente se llamaba Madrid en honor a la capital de España. No fue la única, fundó más poblaciones con nombres de capitales europeas de la época.

3 comentarios:

  1. Preciosamente escrito y muy bonitas las fotos. Gracias por ayudarme a viajar con la mente.

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  2. Que bonitas fotos!!!...pasadlo muy bien!!

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  3. Muy ilustrativo tu texto Raquel. Espero acabar de leer el resto de capítulos.
    Juanlu
    PERIMETRO VIAJERO

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