domingo, 21 de agosto de 2011

Islandia (día 10)

Hoy es un día lleno de sorpresas, otro, para empezar íbamos por la carretera y llamó nuestra atención un cartel que indicaba: focas a 200 mts. y allí estaban.


El día estaba frío y lluvioso.



Así que para entrar en calorcillo nos tomamos un bocata de pan de zanahorias y un café en una cafetería muy acogedora donde se congregaban los más modernos de los fiordos.


Las condiciones climatológicas adversas nos llevaron a recoger a unos cuantos autoestopistas. Primero a un chico rubio con cresta y gafas de pasta rosa fosforito que era arquitecto y estaba trabajando en un proyecto de recuperación de un tipo de sauna tradicional de la zona y había ido a hacer la compra al super más cercano que estaba a 10 ó 12 km. Poco después recogimos a una pareja de franceses que llevaban tres haciendo autostop bajo la lluvia y a siete grados. Con ellos vimos esta cascada y pasamos un momento terrorífico. En mitad de una pista interminable de tierra, con el coche cargado de gente y equipaje empezó a sonar un ruido de hierros y alambres bajo el coche. Nosotros nos cagamos, pero los franceses que se vieron otra vez en la calle al rato de recogerlos, se descompusieron. Al final dedujimos que el ruido debía ser una piedra que se había metido en la llanta, ya que pude comprobar que no colgaba ninguna pieza del coche y el ruido desapareció.


El paisaje vuelve a cambiar y el negro de cenizas volcánicas se va mezclando con la arena blanca.


Y, como quien dice, a la vuelta de una esquina nos topamos con el primer barco de acero hecho en Islandia. Que ahora está embarrancado a pie de carretera.



Ya una vez llegamos al nuevo hotel disfrutamos de una playa inmensa y solitaria, como esta.


Un par de kilómetros más allá llegamos al punto más occidental de Europa.


Donde nos esperaban en un acantilado los últimos puffin (frailecillos) antes de marcharse a lugares más cálidos.





Y ya con los ojos cansados de ver tantas cosas, nos encontramos con un atardecer eterno que pintaba el cielo, el mar y la arena de rosa, violeta, naranja..., nos sentíamos como si andásemos dentro de un cuadro.



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